
Generación
Y... ¿Cuál es tu propuesta?
Del vandalismo a la transformación
Su dedo índice se mueve de arriba hacia abajo presionando una tecla del computador. En la pantalla van apareciendo muros pintados con imágenes similares a las que elaboraron nuestros antepasados: un ser mágico conectado a la naturaleza, con vasijas de barro a su alrededor, con un collar hecho de dientes de animal, su vestido está formado por piedras superpuestas y lo adornan unos pequeños lagartos que suben por su cuerpo. Podría pensarse que es una pintura precolombina, pero algo irrumpe con esta conexión, la obra está llena de color, tiene un toque que la hace ver contemporánea e irreverente.
La figura de la pantalla está cubierta por una máscara de animal que no deja ver el rostro del personaje, la pintura se llama Mezcal portales al inframundo y su creador es Giovanni Acevedo, un hombre del municipio de Copacabana, amante del grafiti y el muralismo.
Giovanni viste unos mochos que alguna vez fueron negros, pero ahora están salpicados de pintura de todos los colores, al igual que sus tenis Converse. Lleva puesta una camiseta azul con un estampado de una válvula de spray en un diseño de arte pop. Y mientras habla de sus proyectos mueve sus manos, dejando ver cada uno de las imágenes tatuadas en su piel.
Su salón de arte, ubicado en Copacabana, hace que cualquier transeúnte se detenga. La fachada ya es la primera obra que se puede apreciar, tiene como fondo una pintura verde, que está saturada de trazos en color blanco: rostros, dibujos de animales, símbolos de rock, estrellas, nubes, signos de música, letras, palabras, entre otras figuras que van desde el zócalo hasta el techo.
Arte urbano, grito que construye

Mientras se toma una cerveza en su taller, Nuka como es conocido Giovanni, cuenta que comenzó a pintar a los 15 años inspirado por una película sobre breakdance, que vio en los años noventa. Quiso unirse a este movimiento urbano y vivir la adrenalina de pintar los muros, de dejar mensajes para el mundo, como lo hacían los personajes que observaba en la pantalla y que vivían en la ciudad de Nueva York. Se ríe mientras recuerda su adolescencia y bebe tragos más largos.
La palabra Vida y los personajes de Warner Bros fueron sus primeras representaciones, pero con el tiempo empezó a habitar la calle con más frecuencia y cuenta él, que esto lo ayudó a nutrir su lenguaje visual y le ayudó a comprender el mundo que lo rodeaba. En ese momento supo que podía representarlo.
Los muros como cómplices donde podía poner sus obras en una época violenta, le dieron el nombre de subversivo, debía huir si la policía lo encontraba pintando o si algún habitante al molestarle su arte comenzaba a tirarle piedras, porque según la cultura popular “el muro es el papel del canalla”. Además el significado que tenían los grafitis en la sociedad colombiana era negativo pues los grupos armados ilegales habían usado el aerosol para escribir mensajes que generaban incertidumbre y terror en algunos municipios.
“Actualmente ha cambiado un poco la concepción porque se han empezado a hacer reflexiones a través del arte en el espacio público, además se ha logrado ver como acción social y política” expresa Nuka. Esto sucedió porque se reconoció que este tipo de arte tiene una capacidad transgresora y crítica, el muro es útil para hablar cuando las cosas no pueden decirse.

Nuka recuerda que en el año 2003 surgió un movimiento de arte urbano cuando Antanas Mockus era el alcalde de la ciudad de Bogotá. El político usó ese “monstruo” que era el grafiti para transformar espacios sociales y convertir esa práctica extranjera subversiva, en una herramienta poderosa para cambiar las formas en que se entendían los territorios. Desde ese momento, en Colombia, cuenta Nuka, el papel del grafitero alcanzó otra connotación pues también se podía ver como un creador, la acción de Mockus hizo que esta práctica se “domesticara”.
Giovanni estudió artes plásticas en la Universidad de Antioquia y en la antigua Escuela Popular de Artes en Medellín (EPA). Con el tiempo se fue dando cuenta de la importancia de educar a través del arte por lo que actualmente está culminando sus estudios en Licenciatura en Educación Artística en la Universidad Pontificia Bolivariana.
“Enseñar arte es ser un mediador más que una persona que te dice qué hacer, es incentivar la construcción de un mundo propio, lo técnico se consigue con ensayo y error. Cuando se comienza a construir un proyecto con las personas se responden unas preguntas que casi siempre son las mismas, que son útiles para formalizar la construcción de la obra, eso se puede enseñar con más facilidad, inclusive en Youtube hay quien lo hacen, pero lo importante es pensar la educación como ese vínculo que exige buscar la mejor forma para que la gente aprenda y sobre todo para que empiece a reflexionar”, afirma Nuka.
Giovanni decidió ser profesor y actualmente enseña en Bellas Artes de Copacabana, en su taller de arte, en pueblos de Antioquia en contratación con la gobernación, y en otros lugares que descubren la importancia de las arte urbanas, además está elección la hizo porque fue consciente de todas las transformaciones que se pueden lograr al pintar muros, que es el énfasis del arte en el que prefiere educar.
Acevedo pusieran en práctica lo aprendido. El motivo de la casa se basó en el libro El Principito
“El arte desarrolla una capacidad de reflexión, que se transmite por medio de materiales y formas, que a su vez crean una carga simbólica que nos lleva a hablar con el mundo a través de las imágenes y los objetos. El arte es una herramienta de comunicación” dice Giovanni resaltando la importancia de la pintura urbana como expresión y catarsis, en donde se provee a los jóvenes la posibilidad, por medio el grafiti y el muralismo, de solucionar sus problemas sin usar la violencia.
Según él, es una forma de canalizar la agresividad y convertirla en fuerza vital, en pulsión creativa. Como lo afirma el texto ¿Símbolos de guerra o vitrinas de paz?, el arte urbano genera la posibilidad de superar los conflictos en la medida que son abordados en sus temáticas, recorriendo lo individual e introspectivo a lo colectivo y compartido, y ayuda a superar la violencia cuando se forja la capacidad de construir e imaginar nuevas realidades ancladas a los retos del mundo real.
Resistencia contra la violencia
Jeison Castaño, conocido como Jeihhco, y Daniel Felipe Quiceno, el Perro, líderes de la escuela de hip hop Casa Kolacho en San Javier, toman las latas de aerosol, se encuentran con los jóvenes que asisten a sus talleres de grafiti y buscan un lugar para practicar. Un muro de ladrillo con excesos de cemento, en el barrio 20 de julio o Las Independencias es perfecto para marcar cualquier trazo que cuente con letras voluminosas el repudio a las violencias o el compromiso de la juventud con un nuevo país.
Cinco imágenes en tonos azules de hombres con gestos severos; junto a cada uno de ellos se lee Yihel, Mc Chelo, Kolacho, El Gordo y Andrés; en medio la inscripción A la memoria: una imagen producto de estos encuentros que surge de forma espontánea para decir, como lo cuenta El perro, que “las personas víctimas del conflicto mueren cuando se olvidan, pero para nosotros aún están vivas”.
Esta expresión del arte urbano que surge de forma natural, voluntaria, sin mayor planeación y que consigna mensajes de resistencia es lo que se denomina específicamente grafiti. Y de acuerdo con Simona Stano “no condiciona la relación a la linealidad estancada emisor-receptor, sino que la abre a tramarse con todo aquel que lo desee. Es un arte que trasciende el trabajo individual y solitario socializándolo y compartiéndolo”.
Verse y contarse
Siete jóvenes aparecen con sus cabezas tapadas y vestidos con ropas oscuras, en el barrio 13 de Noviembre de Medellín. Con baldes en sus manos, se dirigieron a las obras del Jardín Circunvalar, algunos de ellos se acercaron a la gente que viven en el sector y pasaron horas conversando con ellos, mientras que los demás sacaron rodillos y brochas para pintar de blanco un muro que sostenía un barranco.
Luego de que el muro estuviera pintado, se convierte en lienzo para los siete artistas urbanos que fueron contratados para transformar el cerro Pan de Azúcar, un lugar de conflicto urbano en la ciudad de Medellín. Un muro gris se llenó de color y significado, allí se pintaron dos obras, una sobre la memoria histórica del cerro y la otra sobre las acciones contemporáneas vividas en este territorio.
En esta intervención artística participó Giovanni Acevedo, quien explica que “el muralismo exige un vínculo de la comunidad con el artista, pues uno llega al lugar y uno se alimenta: qué pasó aquí, qué es esto, quiénes viven aquí, qué me dice este muro y así es como surgen los temas. Las personas aportan pero es el artista el que hace realidad”.
El sol golpea fuertemente a Nuka y a sus compañeros, sus ropas, sus manos, las herramientas con que trabajan están llenas de pintura de todos los colores. En el ambiente el olor aerosol y a tiner se propaga con el viento del cerro. Los siete hombres en medio del el calor pintan mañana y tarde sin descansar para aprovechar la luz natural.
El primer dibujo se inspiró en los indígenas que usaron los cerros tutelares de Medellín como centros ceremoniales. “Nos dimos cuenta que este cerro hace parte de un camino prehispánico que viene desde Argentina hasta Colombia. Es increíble darse cuenta que estamos unidos con toda Suramérica por los Andes y quisimos plasmarlo ahí, mostrar asuntos que la gente desconoce de su territorio. Porque el mural se convierte en esa evidencia de tiempo, espacio y de memoria”, cuenta Nuka.
Agrega que el segundo mural se conecta con otro construido en el Picacho, en señal de unión de territorios, este habla sobre cómo el desplazamiento va armando las dinámicas del barrio en la actualidad, este ejercicio les permitió verse narrados y ayudó a cambiar la disposición de las personas del barrio frente al Jardín Circunvalar que los une con barrios con los que antes habían desarrollado tensiones violentas.
Arte que enseña y sana
Según lo afirma artículo Análisis semiótico de los muros y de los grafiti como medio para la construcción de la paz, “la ciudad es un espacio diverso y heterogéneo que se constituye en un canal de comunicación, aprendizaje e interacción permanente. En tal sentido, el mural y el grafiti aparecen como herramientas concretas que mediante el trazo, el color y la palabra logran nombrar lo innombrable, subvertir el orden, romper esquemas y parámetros conductuales”, es decir que forman carácter y un espíritu de ciudadanos que participan.
De igual forma, como lo cuenta Nuka estas intervenciones de arte en el espacio público sirven para crear un lugar para hacer catarsis, un sitio para disfrutar. “No es lo mismo estar en un espacio lleno de escombros, gris y feo, que estar en un lugar tranquilo, colorido, bello. El color empieza a transformar la mentalidad de las personas porque tiene una incidencia en el ser humano, en su estabilidad emocional, la psiquis se ve afectada por lo que ve”.
Esto último es utilizado como herramienta para sanar, lo cual es necesario para reconstruir el tejido social y propiciar un espacio para el perdón. Un ejemplo de ello es el proyecto de creación de mural itinerante en el Museo Casa de la Memoria con mujeres que han perdido a sus familiares en el conflicto urbano:
“Se usaron los colores como hilo conductor, pero ellas también escribieron, hicimos un ritual, pusimos la pintura en vasijas y ellas empezaron a hacer lo que ellas sentían con respecto a ese proceso. Apareció en medio del ejercicio, a través del dibujo, el concepto de la silla vacía, y es que hay mujeres que aún sirven la comida de los seres que están desaparecidos, esperando a que lleguen. En ese momento la estética de la imagen no es lo importante, sino lo que significa, un asunto de comunicar”, de contar para sanar, según lo que cuenta Nuka sobre esta experiencia.
La construcción de la paz, podría lograrse desde la formación de habilidades para generar respuestas constructivas y creativas a los desafíos cotidianos de la violencia, que al mismo tiempo, rompan los ciclos destructivos. De acuerdo con esto se presenta la formación en arte urbano como medio de comunicación, catarsis, transformación, sanación y apropiación en medio de una sociedad que necesita contarse, entenderse y empezar a cuidarse.
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Obras de Giovanni Acevedo. Exposición Imaginarios prehispánicos
Fotos archivo Nuka

Casa pintada por Nuka y sus amigos en el municipio de Peque, Antioquia.
Foto archivo Nuka
Nuka realizando taller de formación de grafiti n el municipio de Peque, Antioquia
Fotos de Nuka
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Transformación del Cerro Pan de Azúcar, elaboradp por Nuka y sus amigos.
Fotos: Nuka
Foto archivo Nuka



Jóvenes del municipio de Peque, Antioquia, en práctica de los aprendido en talleres de graffiti y muralismo con Giovanni Acevedo
Foto de archivo de Nuka